viernes, febrero 04, 2005

Retrato Calinoso...


Ha llegado la astrífera noche, con lúdica sonrisa nos espía suspicaz. Hemos platicado extensamente al ritmo caprichoso del amanecer, el ocaso y la nebulosa línea que los une. Bebemos vino, fumamos marihuana, nos coqueteamos descarados sin rastro de vergüenza. Mis dedos izquierdos vencen su timidez y comienzan a explorar el retablo de tu cabeza, sus pasos inician por el cuello, escalan la barbilla, retozan en los labios, nadan en la humedad de la lengua, se disgregan por las mejillas, indagan en la nariz, danzan en los ojos, patinan por la frente para perderse en el cabello y salir temblorosos por la nuca. Nace el deseo animal de la carne, te olfateo, te lamo, rompo tu camisa, desgarro el sostén, muerdo ferozmente tus pezones, clavo mis garras en tu espalda. Después de beberte, dirijo mis labios impávidos a tu boca, te doy a probar el amargo sabor de la lactancia asesinada de tus pechos, beso primero, único, último y lúbrico. Mis dedos derechos escurren entre pantalón y vientre, juegan escondidillas en el soto entre tus piernas, delicados buscan el clítoris enterrado, escarban mineros la vulva para encontrarlo, la excitación produce el sollozo vaginal, ansiosa te levantas, me invitas al cuarto. Camino detrás, calmo, tratando de grabar el oleaje de tus caderas desnudas vanamente; mañana, nuestras huellas en la playa de la epidermis habrán de ser borradas por la marea de otras lunas.

El colchón es cubierto por una ligera sabana zarca llorando por los costados, parece piel centenaria por las continuas arrugas de su vibrante catarata, por la ventana abierta se entromete el viento y alboroza las cortinas malvas, introduce la hojarasca peregrina emuladora del carácter efímero. Te colocas a horcajadas sobre el lecho, tu cabellera negra, larga y rizada se asoma enmarañada al otro lado de la cama. Una melodía anacrónica perturba irregularmente el silencio; un par de laringes gimiendo, la fricción de dos cuerpos fornicando, el gruñido de la espada altanera apuñalando inane al cuerpo decenas de veces asediado / conquistado / asesinado. Tus manos abrazan fuerte las pértigas sudorosas de la cabecera, desprenden un leve olor a viejo recuerdo de la infancia, al final habrán de romperse pero por lo pronto resisten confabuladas. Tu espalda corre cíclicamente en el juego azaroso de alejarse / acercarse hacia mi, la espina dorsal serpea confundida desde el cuello hasta terminar en unas carnosas nalgas arremetiendo voraces contra el circuito piernas / vientre que rodea al pene erecto; gozoso del movimiento, engolosinado con el calor encontrado en la vagina escoltada por las furibundas nalgas astringentes, horca de la cordura que fallece lento en frecuentes convulsiones. Un grito silencioso delata la muerte del movimiento, nuestros sexos lagrimean su orgasmo, infame verdugo de la unión transitoria de dos soledades una risueña noche de abril...






Texto: Inflamadorate una noche del 2004

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