-¡Que suaves tienes las manos!- murmura ella segundos después de que el comenzara a trazar tímidas caricias en las suyas...
Su asombro es genuino aunque duda de la realidad de esa suavidad, sus manos son más ásperas, con mayor trabajo incrustado y su edad es un poco menor a la de el. Encontrarse ahí, a cientos de kilómetros de casa, en una enorme ciudad del tercer mundo con una reputación violenta e inmoral y encima estar bebiendo al lado de un hombre con manos tan suaves, simplemente es difícil de asimilar...
El también esta sorprendido, nunca había recibido un piropo tan ingenuo como aquel, es muy probable que ni siquiera tuviera conciencia de su suave tacto hasta entonces, así que de inmediato dirige todos sus sentidos hacia las manos, deja que la mujer las voltee palmas arriba e intercambie papeles transformándose de acariciada a acariciadora, parpadea con igual extrañeza durante el recorrido dactilar-exploratorio que los sume a ambos en un letargo sensual. El parloteo ameno, fecundo y de fluidez natural acaecido durante todo el día cae de bruces en un silencio morboso...
El hombre libera la mano derecha para conducirla a la mejilla izquierda que tiene enfrente, blanca con tintes sonrojados. Acaricia mejilla-cuello-nuca, va perdiendo los dedos entre los cabellos rubios, las respiraciones se entrecortan, van arribando temblores espontáneos y discretos A los cuerpos...
El bar esta a reventar, el alcohol deambula de aquí para allá sin intención de parar, la música ruge por encima de las incoherentes voces de los parroquianos modernos, gama de jóvenes entre los dieciocho y los treinta años. La mayoría esta de pie, ellos como por milagro han conseguido un par de bancos frente a la ventana, mismos que le han servido de cómplice al alcohol que desinhibe para conducirlos al coqueteo en que se encuentran...
Las bocas se entreabren, los ojos azules y los negros se miran mientras las caricias se suceden, esta es la invitación al beso, a ese beso nacido a raíz de la extensa charla y las suaves manos, el beso que ambos, predadores voraces, desean en este momento más que cualquier otra cosa. Son de voluntades fuertes así que sin importar lo que pasa alrededor, al unísono inician el camino que conduce sus labios al colapso del beso...
Las manos quedan en su sitio, mano palma arriba recibiendo caricias, mano mejilla acariciando, los ojos se cierran, el beso llega tímido y dudoso al principio, feroz y firme durante un largo rato. Nada importa, este beso los conduce a un sitio donde el tiempo no existe, donde están solos hundidos en este beso moviéndose de un lado a otro saboreando saliva, aliento, piel. Juegan a envolverse uno después del otro, se lamen, sus lenguas se baten en duelo irregular con mordidas superiores e inferiores al azar, el deseo se manifiesta franco, el oxigeno se gasta, los labios se desprenden confundidos, extasiados...
En un suspiro agitado el sugiere -¡Vamos a casa!–
Incapaz de emitir sonido, ella asienta con la cabeza...
Se paran, el la toma de la mano y la conduce a la caja. En la espera de la cuenta un nuevo beso los atrapa, se aprisionan con los brazos y pegan sus cuerpos, el alcohol, la música y las voces papalotean inútilmente alrededor....
Llega la mesera a interrumpir, se produce el superfluo intercambio monetario, salen del bar aprisa, caminan son pasos anhelantes, guiados por el deseo de sus cuerpos, toman un taxi y después de dar las indicaciones pertinentes al conductor, se sumen en un nuevo beso rapaz, alimentando así el intenso incendio-deseo...
Atrás, en el bar, otros seres ocupan su lugar, los acontecimientos continúan su marcha indiferentes, la vida no tiene intermedios, es una película interminable, pero esta noche, en este bar, con un taxi de vapores eróticos desapareciendo en la noche hacia un nuevo escenario, aparece en el oscuro cielo de la ciudad de México un letrero vestido de blanco y con la leyenda “Fin”...
Su asombro es genuino aunque duda de la realidad de esa suavidad, sus manos son más ásperas, con mayor trabajo incrustado y su edad es un poco menor a la de el. Encontrarse ahí, a cientos de kilómetros de casa, en una enorme ciudad del tercer mundo con una reputación violenta e inmoral y encima estar bebiendo al lado de un hombre con manos tan suaves, simplemente es difícil de asimilar...
El también esta sorprendido, nunca había recibido un piropo tan ingenuo como aquel, es muy probable que ni siquiera tuviera conciencia de su suave tacto hasta entonces, así que de inmediato dirige todos sus sentidos hacia las manos, deja que la mujer las voltee palmas arriba e intercambie papeles transformándose de acariciada a acariciadora, parpadea con igual extrañeza durante el recorrido dactilar-exploratorio que los sume a ambos en un letargo sensual. El parloteo ameno, fecundo y de fluidez natural acaecido durante todo el día cae de bruces en un silencio morboso...
El hombre libera la mano derecha para conducirla a la mejilla izquierda que tiene enfrente, blanca con tintes sonrojados. Acaricia mejilla-cuello-nuca, va perdiendo los dedos entre los cabellos rubios, las respiraciones se entrecortan, van arribando temblores espontáneos y discretos A los cuerpos...
El bar esta a reventar, el alcohol deambula de aquí para allá sin intención de parar, la música ruge por encima de las incoherentes voces de los parroquianos modernos, gama de jóvenes entre los dieciocho y los treinta años. La mayoría esta de pie, ellos como por milagro han conseguido un par de bancos frente a la ventana, mismos que le han servido de cómplice al alcohol que desinhibe para conducirlos al coqueteo en que se encuentran...
Las bocas se entreabren, los ojos azules y los negros se miran mientras las caricias se suceden, esta es la invitación al beso, a ese beso nacido a raíz de la extensa charla y las suaves manos, el beso que ambos, predadores voraces, desean en este momento más que cualquier otra cosa. Son de voluntades fuertes así que sin importar lo que pasa alrededor, al unísono inician el camino que conduce sus labios al colapso del beso...
Las manos quedan en su sitio, mano palma arriba recibiendo caricias, mano mejilla acariciando, los ojos se cierran, el beso llega tímido y dudoso al principio, feroz y firme durante un largo rato. Nada importa, este beso los conduce a un sitio donde el tiempo no existe, donde están solos hundidos en este beso moviéndose de un lado a otro saboreando saliva, aliento, piel. Juegan a envolverse uno después del otro, se lamen, sus lenguas se baten en duelo irregular con mordidas superiores e inferiores al azar, el deseo se manifiesta franco, el oxigeno se gasta, los labios se desprenden confundidos, extasiados...
En un suspiro agitado el sugiere -¡Vamos a casa!–
Incapaz de emitir sonido, ella asienta con la cabeza...
Se paran, el la toma de la mano y la conduce a la caja. En la espera de la cuenta un nuevo beso los atrapa, se aprisionan con los brazos y pegan sus cuerpos, el alcohol, la música y las voces papalotean inútilmente alrededor....
Llega la mesera a interrumpir, se produce el superfluo intercambio monetario, salen del bar aprisa, caminan son pasos anhelantes, guiados por el deseo de sus cuerpos, toman un taxi y después de dar las indicaciones pertinentes al conductor, se sumen en un nuevo beso rapaz, alimentando así el intenso incendio-deseo...
Atrás, en el bar, otros seres ocupan su lugar, los acontecimientos continúan su marcha indiferentes, la vida no tiene intermedios, es una película interminable, pero esta noche, en este bar, con un taxi de vapores eróticos desapareciendo en la noche hacia un nuevo escenario, aparece en el oscuro cielo de la ciudad de México un letrero vestido de blanco y con la leyenda “Fin”...
Texto e Imagen: Inflamadorate Junio 2005
2 comentarios:
Así es camarada, la vida es una gran espiral…
Saludos…
Miradas que acarician,
dedos mudo lenguaje dactilar
Y de fondo el mundo que rueda
Labios absortos en la humedad
lengua lanza penetrante
Y el mundo rueda en su desangelado vuelo...
Cariños Mau!
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