El baño...

Se desvestía lento, sin prisa. Primero se quitaba la blusa que peleaba irremediable contra su cabellera serpentina; después seguía en orden el pantalón, desabrochaba el botón, bajaba el cierre, con sus manos lo acompañaba en su ruta descendente hasta debajo de sus caderas, se sentaba en el inodoro para concluir con el escurrimiento del pantalón estrecho sobre sus piernas, así, quedaba repentinamente despojada del disfraz social quedando simplemente con bragas y sostén, último bastión defensivo de su sexo voraz. Se paraba, imprimía su reflejo en el espejo y comenzaba a desabrochar el sostén, liberaba así sus hermosos senos esféricos, algunas veces, al caer la tela acariciaba un pezón, el cual reaccionaba a este roce con un violento endurecimiento, lo calmaba con una sonrisa, ya vendría el momento en que seria saciado con mordidas. Por último, empuñaba las bragas por los costados con sus pulgares, las bajaba, alzaba una pierna y se quitaba una mitad, alzaba la otra y terminaba la tarea, quedaba así con esa desnudez que tanto nos encanta. Abría las llaves de la regadera para regular la temperatura del agua, dos vueltas completas a la caliente por cuatro y media de la fría, dictamen de la costumbre. Se sumergía en esa lluvia artificial y en una danza sensual fornicaba con cada gota, una tras otra estrellándose contra su piel, volviéndose hilos escurrían por centenas a lo largo y ancho de la tierra de su cuerpo, aquel cuerpo que desnudaba por las noches para bañarlo, y que después me obsequiaba cuando cansado arribaba a su morada después de un largo viaje...

Texto e Imagen: Inflamadorate Julio 2005