Tristeza era el nombre de la mujer ladina que devoró mi vientre. No tenia apellido ni historia ni porvenir, era solo el instante mismo que respiraba y actuaba, soplos que mandaba al olvido para jamás recordarlos. Por ello no se sabe por qué ventura Tristeza era acción y no pasado y no futuro, por qué Tristeza era solo Tristeza y nada más...
Por lo general Tristeza se vendía en calles macabras vistiendo una minifalda obscena y con las tetas al aire o en restaurantes lujosos disfrazada de princesa, pero de vez en cuando se regalaba a desventurados vagos como yo...
Tristeza tenía un coño ilimitado, jugoso, balsámico; que hipnotizaba a cualquiera que lo mirara y probara. Lo usaba para capturar ingenuos conquistadores que al final engullía después de varias mordidas, tenía la mórbida necesidad de comer carne masculina para sentirse viva...
Cuando la conocí, Tristeza llevaba algunos días sin comer, por un misterio había perdido el apetito...
Estaba sentado leyendo en una banca común de un parque anónimo, grises y pequeños pájaros citadinos jugaban en el pasto mojado, las ramas proyectaban las sombras de sus hojas asimétricas, sonaban los rumores del viento en mis oídos y al final de un verso corrupto los ojos ojerosos de Tristeza se posaron en mí, una sonrisa carnosa se asomo en sus labios y caminó firme hacia la banca. Los grises y pequeños pájaros huyeron, las sombres asimétricas se unieron y formaron una solo sombra gigante, el viento se calló...
Me tumbó al pasto húmedo y me arranco la ropa con sus garras, peleamos violentos con nuestros sexos, sangre y sudor brotaba y salpicaba...
Me derrotó en horas y para celebrar su triunfo, Tristeza hambrienta devoró mi vientre...
Tristeza no esperaba mi veneno, y al morderme los bellos de mi vientre se clavaron en sus labios hasta colmar su sangre, de un brinco se alejó y callo muerta sobre el pasto mojado...
Yo, morí minutos después con las entrañas descubiertas...
Por lo general Tristeza se vendía en calles macabras vistiendo una minifalda obscena y con las tetas al aire o en restaurantes lujosos disfrazada de princesa, pero de vez en cuando se regalaba a desventurados vagos como yo...
Tristeza tenía un coño ilimitado, jugoso, balsámico; que hipnotizaba a cualquiera que lo mirara y probara. Lo usaba para capturar ingenuos conquistadores que al final engullía después de varias mordidas, tenía la mórbida necesidad de comer carne masculina para sentirse viva...
Cuando la conocí, Tristeza llevaba algunos días sin comer, por un misterio había perdido el apetito...
Estaba sentado leyendo en una banca común de un parque anónimo, grises y pequeños pájaros citadinos jugaban en el pasto mojado, las ramas proyectaban las sombras de sus hojas asimétricas, sonaban los rumores del viento en mis oídos y al final de un verso corrupto los ojos ojerosos de Tristeza se posaron en mí, una sonrisa carnosa se asomo en sus labios y caminó firme hacia la banca. Los grises y pequeños pájaros huyeron, las sombres asimétricas se unieron y formaron una solo sombra gigante, el viento se calló...
Me tumbó al pasto húmedo y me arranco la ropa con sus garras, peleamos violentos con nuestros sexos, sangre y sudor brotaba y salpicaba...
Me derrotó en horas y para celebrar su triunfo, Tristeza hambrienta devoró mi vientre...
Tristeza no esperaba mi veneno, y al morderme los bellos de mi vientre se clavaron en sus labios hasta colmar su sangre, de un brinco se alejó y callo muerta sobre el pasto mojado...
Yo, morí minutos después con las entrañas descubiertas...
Inflamadorate Agosto 2007...
2 comentarios:
Cómo puede llegar a ser de letal y adictiva la Tristeza, no? Sobre todo cuando devora nuestras entrañas.
Yo tengo de vecino a su hermano, el Dolor. Y ni te digo cómo acosa...
Así es Mallén, Doña Tristeza y Don Dolor soy terribles...
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