Hay poca luz, un halo del faro que se cuela entre las cortinas opacas, la cereza agónica del cigarro muriendo en el cenicero. Afuera llueve, pequeñas gotas calmas que empapan al chocar con lo que se atraviese abajo, en la calle. El tiempo es relativo, ¿nos mojamos acaso hoy, o fue ayer, antier, o será mañana, pasado, o siempre, nunca...?
Estamos exhaustos, la fornicación desesperada nos cansó. Recostados desnudos boca arriba, miro tu pecho temblar agitado, observo tus labios aspirar entrecortados, tienes los ojos cerrados y tus pestañas puntiagudas tiritan. Mis dedos derechos en tu cuello se divierten enredándose con tus cabellos, serpientes que seducen y petrifican; tu fragancia inunda y es entonces, al final de nuestro duelo, cuando las fantasías comienzan...
Exhalas una burbuja, se desprende de tu boca, vuela y crece, cae y me atrapa, explota y desmenuza mi cuerpo en brillantes trozos que caen rocío sobre tu piel, y entro así, esparcido, diminuto, a la tierra encantada de tu ser...
¿Una manzana envenenada una bruja te dio...?
¿Un ogro malvado de tu palacio te raptó...?
¿En un laberinto exótico un minotauro te encerró...?
Excéntricas parejas copulando, elfos, hadas, enanos y princesas en gimoteos discontinuos; coloridos dragones cocinan un festín, grises caballeros mezclan las bebidas y tres cochinitos rosas fuera de cama tocan música grupera...
Alrededor de tu ombligo inundado, piernas, brazos, colas, cuernos y alas se mezclan y contorsionan, rumores ensordecedores abruman, el caos es absoluto. Buscando un respiro, alejarme del ruido, elijo treparme a la cima de la teta izquierda y recargado en el pezón endurecido, contemplo hipócrita la orgia en el vientre...
¿Cuántos cuentos de niño me conté...?
¿Cuántas horas pase hurgando historias en el librero...?
¿Cuántas veces he sido el príncipe de una leyenda sin final feliz...?
Las fábulas se distorsionan y caperucita roja termina mamándosela al lobo feroz mientras un amigo homosexual los filma con su handycam, el leñador roba el video y lo sube a internet para venderlo, los farsantes titulares gritan: “Caperucita roja: niña buena o mujerzuela”, en las noticias se desata el escándalo y en la televisión dejan de pasar la hambruna en África para transmitir editado el video con el anuncio de Coca Cola al fondo y la etiqueta de los Rimbros del lobo borrosa por qué no pagaron publicidad en horario estelar. En el congreso se dejan de lado asuntos críticos de la nación para discutir acerca de la posible influencia de “Aura” en el comportamiento de Caperucita Roja y se prohíbe su lectura en las aulas de clase. En la iglesia dicen que es culpa del aborto y las sociedades de convivencia que promueven el libertinaje juvenil mientras sacerdotes ojean revistas con pornografía infantil. En las ciudades liberales, están tan ocupados comprando gente con dinero de las arcas del gobierno, que no se dan cuenta de la noticia...
¿En qué momento se fueron los sueños por el caño...?
¿En que pensamos cuando construimos sociedades...?
¿En qué isla desierta enterramos nuestra riqueza...?
Oscurece y en el vientre se prenden fogatas, de un brinco despierto de mi ensueño, quizá si te rescato las cosas puedan volver a la normalidad, los sueños e ilusiones pueden regresar. Me pongo una armadura oxidada y monto en un macilento corcel. Cabalgo furioso por esplendidas regiones, viajo por los pies, las pantorrillas y los muslos; cruzo la gruta de tus nalgas y rodeo el rojo abismo de tu vulva; evito la orgia del vientre y cruzo en medio de las tetas para llegar al cuello y acariciarlo; me pierdo en el bosque de tu cabello y aparezco en la frente; me reflejo un rato en tus pupilas, grito en tus oídos y rasco tu nariz. Llego a la boca y en medio de los labios entreabiertos te miro dormir...
Morfeo, tu captor, le pidió a la muerte espíritus en pena para vigilarte, pero para un hombre incrédulo como yo, los espíritus le valen madres y de un soplo los difumino. Siete enanos masturbados nos miran, un ciclope bizco me saluda dos veces y un unicornio se tira un pedo mientras mastica. Llego al pie de donde yaces, agitado y emocionado, ansío que la locura termine, que pueda descansar en paz. Te miro embelesado, apunto con cuidado hacia tus húmedos labios y disparo un beso, el tiempo se detiene a un milímetro del colapso...
¿Me lave los dientes...?
¿Estaré bien peinado...?
¿Es esta princesa real...?
¿Es la que he andado buscando...?
¿Debo volverme monógamo...?
¿Me tocará lavar los trastes y tender la cama...?
¿Se terminaran las andanzas de trovador...?
...colorín colorado, este cuento, mejor, se ha acabado...
Inflamadorate Septiembre 2007...
